Preparar la masa: En un bol grande, combina la harina, la levadura seca, la sal y el azúcar. Agrega el agua tibia y las dos cucharadas de aceite de oliva. Mezcla bien hasta formar una masa. Amásala durante unos 10 minutos sobre una superficie plana hasta que quede suave y elástica. Si es necesario, agrega un poco más de harina para evitar que se pegue.
Dejar reposar la masa: Coloca la masa en un bol ligeramente aceitado, cubre con un paño limpio y deja reposar en un lugar cálido durante 1 hora, o hasta que haya doblado su tamaño.
Preparar los ingredientes: Mientras la masa está reposando, lava bien la escarola y córtala en trozos grandes. Lava los tomates cherry y córtalos por la mitad. Ralla el queso mozzarella o córtalo en trozos pequeños, según prefieras.
Dar forma a la focaccia: Una vez que la masa haya reposado, colócala sobre una bandeja de horno previamente enharinada o con papel de hornear. Estira la masa con las manos hasta cubrir toda la bandeja, formando una capa uniforme. Si prefieres una focaccia más gruesa, puedes dividir la masa en dos y formar dos focaccias más pequeñas.
Añadir los ingredientes: Coloca la escarola sobre la masa, distribúyela bien para que cada bocado tenga un toque fresco y crujiente. Añade los tomates cherry, colocándolos de forma uniforme sobre la masa. Esparce el queso mozzarella por encima y añade unas hojas de romero fresco para aromatizar.
Aliñar y hornear: Rocía la focaccia con un poco de aceite de oliva virgen extra y espolvorea con sal gruesa al gusto. Hornea en el horno precalentado a 200°C durante 20-25 minutos, o hasta que la focaccia esté dorada y crujiente por encima.
Servir y disfrutar: Una vez lista, retira del horno y deja enfriar ligeramente antes de cortarla en porciones. ¡Y voilà! Tienes una focaccia deliciosa, aromática y con un sabor mediterráneo que conquistará a todos.
